Un reto prometedor


Querer, desde el corazón de un padre y el alma de una madre, es un reto que hay que afrontar para presentar al mundo un ser humano cargado de historia y empuje. Es prometedor reconocerse como consejero y orientador en la vida de tu hijo-a, pues al adoptar una actitud responsable vamos forjando el libro del crecimiento y las páginas de las oportunidades.

Para ello debemos formarnos, preguntarnos y respondernos, como la única estrategia para aprender lo que necesitan y devolverles el mundo que le pedimos prestado en mejores condiciones que cuando lo recibimos y con ellos, como protagonistas verdaderos de nuestro futuro más inmediato.


Crecer es un reto y proyectarnos es un deber que hay que cumplir, reclamando el derecho a enfocar la educación en la esfera de relación padres-hijo, permitiendo la contribución de familiares y amigos en un escenario donde todo se comparte con el único propósito de aportar para el desarrollo integral del niño y del adolescente, en su lanzamiento a un mundo de puertas abiertas, repleto de oportunidades y limitantes.

Dr. Juan Aranda Gámiz



jueves, 19 de septiembre de 2013

QUIERO ESCUCHAR A LOS PADRES

Cuando un padre tiene una duda es porque no encuentra el libro adecuado para solventarla y cuando le falta tiempo es porque no sabe qué hacer con la relación con sus hijos, porque si le llenase lo suficiente organizaría mejor sus tareas.

A diario escucho a padres que no saben cómo agruparse para defender los intereses de sus hijos enfermos, otros que desean apoyo para la recuperación de una adicción en una hija, muchos que reciben preguntas y desconocen cómo responder ante inquietudes que sobrepasan su capacidad de respuesta y su predisposición no basta.

Hay padres que se ahogan con unas lágrimas de su hija y otros que desean, a toda costa, que su hijo no hubiese nacido, por su falta de identidad, sus actitudes en la vida de la calle y su periplo de caminatas por pasillos carcelarios, quienes temen que llegue el fin de semana para acercarse al manicomio o los que sufren por el dolor que les salpica, cargado de desempleo, deudas, faltas o limitantes en su vida.

Se les puede dirigir a un consultorio profesional, arroparles en la familia, regalarles un libro, proponerles sacos de buenas intenciones y hasta rezar por padres e hijos, pero hasta que los demás no nos propongamos limpiarnos los oídos para escucharles, como amigos y consejeros, ofreciéndoles otro punto de vista o el soporte que necesitan en un momento determinado, abriéndoles espacios para que encuentren en los demás un minuto de paz y esperanza, el consuelo no llega a sus vidas.

En cada pueblo debiera haber un "call-center", o sea, una centralita de llamadas o una dirección de correo, para quien lo disponga y lo maneje adecuadamente, para llamar o escribir de forma anónima y recibir un mensaje o respuesta a su problema real, entrando en un proceso de interacción constante con alguien que puede orientar y encauzar los intereses de padres e hijos, destacando los errores y las circunstancias adversas, hasta que se vislumbre una posibilidad de consenso y acuerdo, tan necesario.

Los padres nos deberíamos preocupar, al igual que de comprar los libros al inicio de cada año lectivo o aportar económicamente para asegurar que se satisfacen los derechos de vivienda, alimentación y vestido, educación y recreo, de buscar esos puntos de contacto para que nos integremos en redes de personas que comparten nuestros conflictos y también están buscando un carril para enderezar la dirección de su relación con sus propios hijos.

A todo esto se le conoce como soporte, o sea, un punto de apoyo, que puede ser psicológico, solidario, de vecindad o vital, depende del papel que pueda jugar en esa relación que se ha alterado y que no retoma el sentido que debiera tener para que la armonía regrese a ese hogar.

Con esta entrada pretendo que abramos bien los ojos y luchemos por montar nuestra propia estrategia de consulta, a fin de acudir cuando lo necesitemos y así podamos recuperar esa capacidad de responder, intervenir, resolver y abrazas a nuestros hijos, porque fuimos capaces de darles algo que no encontraron en ninguna parte (motivación, comprensión y sentido en su vida), dignificando así su propia existencia.

Desde aquí os invito para que enviéis comentarios o dudas, inquietudes y problemas, pues aquí siempre estaré para aportar con un mensaje que espero apoye y contribuya a una solución temprana y a engrandecer, de parte y parte, esa relación que debe seguir creciendo y no puede permanecer estancada por más tiempo, para lo que se necesita capacidad de renuncia de ambas partes, disponibilidad al diálogo y y apertura al análisis sin tapujos, pues solo así se puede alcanzar una democratización de los conflictos en las relaciones padres-hijos.

Vuestro amigo, que nunca os falla



JUAN

lunes, 9 de septiembre de 2013

¿EN QUÉ SE PARECE UN ACORDEÓN A UNOS PADRES?


El acordeón es un instrumento musical de viento, porque en la vida de los padres siempre debe haber un espacio para que el viento airee los conflictos, arrastre los pesares y abanique esos silencios que saben amargos porque se desconoce las actitudes que provocarán y los gestos que desencadenarán.

Un acordeón tiene dos cajas de madera, un fuelle y un diapasón, al igual que la relación padre-hijos tiene dos caras (padres e hijos), un diapasón (las circunstancias de la vida diaria) y un fuelle (la capacidad de tolerancia de ambos).

Las teclas de un acordeón son las actitudes que hay que tocar ante los diferentes conflictos, pues a veces se debe presionar la de la solidaridad y la comprensión, otras veces la de la tolerancia y en ocasiones la de la disciplina.

Los acordes que salen del acordeón son como las reflexiones después de una discusión o un buen rato de reflexión, pues saben mejor si son parte de una melodía (o sea, un abrazo o un beso), pues si intentas acercarte para agradecer por el tiempo dedicado o las palabras invertidas en esta relación (como padre que lo hace con su hijo o hijo que lo hace con su padre), habrá gente que baile al ritmo que despertó el acordeón.

El acordeón suena cuando se estira y se acerca, al igual que las relaciones entre padres e hijos, pues a veces están con posturas distantes y otras concuerdan en ideas y propósitos, lo interesante sería llegar a un punto intermedio en el que ambos acepten ese momento de intermediación para que ambos se sientan representados, pues si sólo se estira suena de una manera y si se encoge suena de otra, pero al estirar y encoger se suelta la nota perfecta.

El acordeón tiene una caja de resonancia, donde se arman las notas y se lanzan con todo su contenido, la que representa ese espacio íntimo de la casa o el cuarto, donde se habla para que todo quede ahí y las voces se puedan transformar en aceptaciones y los gritos en roces, pues si no se dispone de un espacio para que todo retumbe y se transforme, los sonidos se emiten vírgenes y no se acompañan de ese tono que los hace únicos.

Un acordeón tiene unos tirantes para colgarlo, porque debe equilibrarse el peso entre los dos hombros y cada mano también tiene su misión (una para los botones y otra para las teclas). Asimismo quiero que veáis en la relación padres-hijos a esos tirantes, que son las historias y vergüenzas (algunas soportadas por los padres, a tenor de las actitudes de los hijos y otras, por esos hijos que tienen que sobrellevar los secretos de unos padres), las que deben soportar la música de una relación que solo sonará cuando se conozcan las verdades de esas historias pasadas y presentes.

Un acordeón fabrica música que debe ser cantada e interpretada con el sabor que sólo sabe poner quien toca el acordeón, para bien de quien quiere escucharlo. En las relaciones padres-hijos, la música debe generarse por mutuo acuerdo, siempre que haya uno que la interprete con amor y otro que la escuche con pasión.

Gracias de corazón por seguir ahí, vuestro amigo que nunca os falla.



JUAN