Cuando un padre tiene una duda es porque no encuentra el libro adecuado para solventarla y cuando le falta tiempo es porque no sabe qué hacer con la relación con sus hijos, porque si le llenase lo suficiente organizaría mejor sus tareas.
A diario escucho a padres que no saben cómo agruparse para defender los intereses de sus hijos enfermos, otros que desean apoyo para la recuperación de una adicción en una hija, muchos que reciben preguntas y desconocen cómo responder ante inquietudes que sobrepasan su capacidad de respuesta y su predisposición no basta.
Hay padres que se ahogan con unas lágrimas de su hija y otros que desean, a toda costa, que su hijo no hubiese nacido, por su falta de identidad, sus actitudes en la vida de la calle y su periplo de caminatas por pasillos carcelarios, quienes temen que llegue el fin de semana para acercarse al manicomio o los que sufren por el dolor que les salpica, cargado de desempleo, deudas, faltas o limitantes en su vida.
Se les puede dirigir a un consultorio profesional, arroparles en la familia, regalarles un libro, proponerles sacos de buenas intenciones y hasta rezar por padres e hijos, pero hasta que los demás no nos propongamos limpiarnos los oídos para escucharles, como amigos y consejeros, ofreciéndoles otro punto de vista o el soporte que necesitan en un momento determinado, abriéndoles espacios para que encuentren en los demás un minuto de paz y esperanza, el consuelo no llega a sus vidas.
En cada pueblo debiera haber un "call-center", o sea, una centralita de llamadas o una dirección de correo, para quien lo disponga y lo maneje adecuadamente, para llamar o escribir de forma anónima y recibir un mensaje o respuesta a su problema real, entrando en un proceso de interacción constante con alguien que puede orientar y encauzar los intereses de padres e hijos, destacando los errores y las circunstancias adversas, hasta que se vislumbre una posibilidad de consenso y acuerdo, tan necesario.
Los padres nos deberíamos preocupar, al igual que de comprar los libros al inicio de cada año lectivo o aportar económicamente para asegurar que se satisfacen los derechos de vivienda, alimentación y vestido, educación y recreo, de buscar esos puntos de contacto para que nos integremos en redes de personas que comparten nuestros conflictos y también están buscando un carril para enderezar la dirección de su relación con sus propios hijos.
A todo esto se le conoce como soporte, o sea, un punto de apoyo, que puede ser psicológico, solidario, de vecindad o vital, depende del papel que pueda jugar en esa relación que se ha alterado y que no retoma el sentido que debiera tener para que la armonía regrese a ese hogar.
Con esta entrada pretendo que abramos bien los ojos y luchemos por montar nuestra propia estrategia de consulta, a fin de acudir cuando lo necesitemos y así podamos recuperar esa capacidad de responder, intervenir, resolver y abrazas a nuestros hijos, porque fuimos capaces de darles algo que no encontraron en ninguna parte (motivación, comprensión y sentido en su vida), dignificando así su propia existencia.
Desde aquí os invito para que enviéis comentarios o dudas, inquietudes y problemas, pues aquí siempre estaré para aportar con un mensaje que espero apoye y contribuya a una solución temprana y a engrandecer, de parte y parte, esa relación que debe seguir creciendo y no puede permanecer estancada por más tiempo, para lo que se necesita capacidad de renuncia de ambas partes, disponibilidad al diálogo y y apertura al análisis sin tapujos, pues solo así se puede alcanzar una democratización de los conflictos en las relaciones padres-hijos.
Vuestro amigo, que nunca os falla
JUAN