Un reto prometedor


Querer, desde el corazón de un padre y el alma de una madre, es un reto que hay que afrontar para presentar al mundo un ser humano cargado de historia y empuje. Es prometedor reconocerse como consejero y orientador en la vida de tu hijo-a, pues al adoptar una actitud responsable vamos forjando el libro del crecimiento y las páginas de las oportunidades.

Para ello debemos formarnos, preguntarnos y respondernos, como la única estrategia para aprender lo que necesitan y devolverles el mundo que le pedimos prestado en mejores condiciones que cuando lo recibimos y con ellos, como protagonistas verdaderos de nuestro futuro más inmediato.


Crecer es un reto y proyectarnos es un deber que hay que cumplir, reclamando el derecho a enfocar la educación en la esfera de relación padres-hijo, permitiendo la contribución de familiares y amigos en un escenario donde todo se comparte con el único propósito de aportar para el desarrollo integral del niño y del adolescente, en su lanzamiento a un mundo de puertas abiertas, repleto de oportunidades y limitantes.

Dr. Juan Aranda Gámiz



viernes, 13 de diciembre de 2013

LA HISTORIA LABORAL DE UNOS PADRES

Nadie les lanzó al mundo parental, pues ellos mismos firmaron un contrato de trabajo con el destino, para seguir siendo padres hasta que el destino así lo tenga previsto, sin espacios para protestas ni albergues disponibles para desembarazarse de una presencia, aunque se quiera convertir en una carga.

Se trabaja todos los días, no hay descanso de fines de semana ni puedes apagar el despertador, pues en todo momento eres útil y si no giras la cabeza, atiendes sin fuerzas, escuchas con sueño y asientes que te encanta lo que hacen, no paran de llamar tu atención, porque un simple "sí" de tu parte va por delante de la calificación del profesor.

No hay una tarea concreta, pues todo lo que hagas es un paso más y no un trabajo adelantado para el siguiente día, cualquier atraso o descuido puede suponer que la calle te gane la partida o que ese vacío ya no se rellene, aunque sea la hora de rezar o de degustar una tortilla española, con la esperanza de hartarte de papas y huevo, porque lo que la vida te reclama es que te hartes de educar y orientar.

No hay pagas extra, porque los besos y las caricias, si algún día los recibes, las llamadas inesperadas y los agradecimientos por ese puré que me llegó al alma o esa paella que no se come en ningún otro lugar porque le falta el ingrediente de la dedicatoria con amor y paciencia, son los complementos de ese sueldo hipotético que nunca vas a recibir.

No hay jefes, porque tu norte y a quien debes obedecer es a la realidad que te rodea, esperanzado en que seas capaz de alinear sus pasos y enderezar sus apreciaciones, dando valor a sus actos y aprendiendo a arropar y vestir a tu hijo-a con un traje de verdad y saber estar.

Tu corazón es el inspector de Hacienda que siempre te va a reclamar que declares lo que has hecho para obtener tus resultados, pero debes medir el alcance de tus apoyos porque debes presentar factura de todo, en forma de resultados, pues las calificaciones acompasadas a tu esfuerzo, la presencia que crece con entusiasmo, la calima propia de los-as adolescentes y el bagaje cultural y profesional que va forjando son los formularios en los que debes anotar el sentido de tus voces y tus lágrimas, tus insistencias y tus velas.

Aquí no hay jubilación porque se sigue con la tarea de los nietos, esa paga que vas recibiendo de por vida, porque dan vida a los pasos de tus hijos y te rememoran tu lucha, cuando todo sigue su curso natural o te inicias en sufrimientos que no tuviste y penas que creíste haber sorteado.

A veces, se tiene la suerte de contar con compañeros de trabajo con los que puedes compartir y de los que puedes aprender, esos otros padres que te vigilan y te consideran, otros que pueden exigirte porque creen que no haces lo suficiente y muchos más que te van a apoyar en tu lucha constante.

Al final, es un proceso de aprendizaje constante para todos, pues el obrero aprende de la experiencia y de la rutina, de lo que le enseñó el contacto con el vecino y lo que le ayudó a superarse con el propósito de ganar un poco más para los suyos, pues cualquier momento de verdad que incorpores en el mensaje que compartes con tus hijos es una semilla que seguirá germinando con el paso de los días.

Y el día que te alejes, camino de un descanso eterno, te seguirán recordando por siempre, porque tu tarea no acaba y tu historia laboral nunca se cierra. Este es un verdadero trabajo que aporta, a veces no reconforta, siempre llena de esperanza tus gestos y afirma tus propias convicciones, porque lo que unos padres hacen es para entregarlo sin intereses, esperando que todo pueda ser aprovechado, asimilado y descubierto por los hijos, agradeciendo que todo ello les sirva al menos para no olvidarnos.

Tu amigo, que nunca te falla.

JUAN