Un reto prometedor


Querer, desde el corazón de un padre y el alma de una madre, es un reto que hay que afrontar para presentar al mundo un ser humano cargado de historia y empuje. Es prometedor reconocerse como consejero y orientador en la vida de tu hijo-a, pues al adoptar una actitud responsable vamos forjando el libro del crecimiento y las páginas de las oportunidades.

Para ello debemos formarnos, preguntarnos y respondernos, como la única estrategia para aprender lo que necesitan y devolverles el mundo que le pedimos prestado en mejores condiciones que cuando lo recibimos y con ellos, como protagonistas verdaderos de nuestro futuro más inmediato.


Crecer es un reto y proyectarnos es un deber que hay que cumplir, reclamando el derecho a enfocar la educación en la esfera de relación padres-hijo, permitiendo la contribución de familiares y amigos en un escenario donde todo se comparte con el único propósito de aportar para el desarrollo integral del niño y del adolescente, en su lanzamiento a un mundo de puertas abiertas, repleto de oportunidades y limitantes.

Dr. Juan Aranda Gámiz



martes, 13 de noviembre de 2012

HAY QUE HACER LAS COSAS BIEN COMO PADRES

Hay que hacer las cosas bien como padres y estar preparados para que algún día ese retoño que no sabe hablar te diga cuatro verdades o te pida explicaciones y sólo ahí, como el alcohólico que necesita tocar fondo para poder rebotar, te verás y te reconocerás como incompleto e inconcluso, frustrado y absorto, porque la verdad siempre llega.

Debemos vivir por estar presentes en las vidas de nuestros hijos aunque la película nos avergüence o nos ruborice, porque la presencia y el apoyo es lo que cuenta siempre, ya que algún día te van a decir que no fuiste lo suficientemente íntegro para apoyar y representar una obra de Dios que te tiene que pertenecer de por vida.

Hay que estar en la foto de los momentos donde los hijos se debieron comprometer en un empeño de lucha y tesón, aunque todo fuera ilusión de un rato, en la primera comunión o en el día de la confirmación, pero nunca hay minutos de acuerdo para malos comportamientos sino que se insistirá en buscar en la foto instantánea la presencia del padre o la madre y, si no se está, surgirá siempre la pregunta ¿por qué no conmigo?

Hay padres que se sienten agotados de recomendar y susurrar, de sugerir y convencer, pero el hijo siguió el camino y se hundió, por lo que los progenitores engañados y ninguneados, quieren aislarse y seguir caminando despacio su rumbo en esta vida, por lo que el hijo tiene momentos depresivos que pueden arrastrarle a una reflexión profunda y allí, donde el silencio de un cuarto manda, mal aconsejado, en la última etapa de su borrachera más triste, se preguntará, ...¿y por qué no aguantaron un poco más?.

Cuando se casan los hijos y no le aportamos con un mensaje de entusiasmo para que comprendan que, muy a pesar de cualquier circunstancia, seguiremos siendo cada día menos cobardes y más cercanos, estamos ausentes de compromiso, aunque presentes en el acto.

Cuando nuestros nietos nazcan y crezcan, preguntarán por qué no tienen una foto con el abuelo tierno que los estrecha en sus brazos y nuestros hijos nos mirarán y sentiremos la sorpresa del arrepentimiento que nos provoca la segunda generación y comprenderemos tantas horas desperdiciadas.

Si un hijo se acuerda de las voces de un profesor o de las caricias de un familiar antes que del calor de la mano de un padre es porque algo estuvo mal y con el paso de los años se secan las sensibilidades, los estímulos y se arrugan las esperanzas, por lo que con toda seguridad ningún tiempo pasado pudo haber sido mejor para estrechar y aplaudir, reforzando positivamente todo lo que hizo nuestra hija, por que siempre será la mejor.

Cuando nos pidan un consejo y seamos francos y no condescendientes, aunque provoque distanciamiento porque las palabras también pesan, para unos más que para otros, siempre les acompañará el soporte de nuestro ejemplo y nuestra reflexión, por lo que su actitud tendrá mucho de nosotros y seguirán sintiéndonos a su lado; esto, muy a pesar de todo, es preferible a condescender y pasar por alto lo que requería convicciones y pausa, pero que no pensamos lo que tendrá que ocurrir más adelante cuando nos reclamen que antepusimos el aplauso o la economía de un momento a una verdad que traspasara la humedad de un cariño.

Hay padres que desearían hablar con sus hijos porque les permitieron algo y la culpabilidad los acompañará durante toda la vida ya que se marcharon de este mundo, padres que perdieron oportunidades de mirarse al espejo con un hijo con convulsiones porque hubieran querido comprarle a la vida la mitad de los problemas que le pasan a su vástago, amortiguando su paso por este mundo; a todos ellos les recordarán siempre sus hijos.

Esos padres que creen que nunca van a ser marcados porque abusaron o escondieron, secuestraron o humillaron a sus hijos, sin razón en este mundo, pues sus hijos se instalarán en su propia conciencia y no les permitirán vivir con dignidad ni paz.

Aplausos para esos padres que no comen para que sus hijos no busquen en la basura, que no se visten para presumir de hijos bien vestidos, que sufren para ver alegres a sus hijos, que se abandonan para que sus hijos no pierdan su apoyo, que se callan para que nadie hable de sus hijos, que envejecen para que la vida no maltrate a sus hijos, porque los nietos serán los mensajeros de un agradecimiento desde el alma.

Ay¡ de esos padres que se revuelcan porque creen que sus hijos pueden crecer solos y los que piensan que la adolescencia es un invento antiguo, porque les sorprenderán y nunca podrán recuperar el tiempo perdido, almacenado de sufrimiento en el baúl de los recuerdos y para siempre.

Por eso y por muchas cosas más, hay que hacerlo todo bien pensando en ellos y no en nosotros, en su bienestar futuro y no en el aplauso presente, en su reflexión y no en su abrazo, porque todo llegará cuando tenga que llegar y si Dios lo permite, pero teniendo la seguridad de que nuestros gestos salieron de nuestro corazón de padres y nuestros abrazos de nuestra alma de progenitores.

Gracias por estar ahí, tu amigo

Juan.

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