Se piensa que los hijos lactan durante su periodo y ahí se acabó todo, porque ese alimento le va a compensar y a aportar con nutrientes y elementos que le van a ser necesarios en esta etapa de arranque y despegue de los hijos.
Pero ahí no acaba todo, porque la lactancia empieza ahí, pero se continúa cuando los padres llegan tarde y regalan un beso para que descansemos en paz y lo hacen por amor, por lo que ahí seguimos lactando, así como cuando te cogen de la mano para llevarte a la escuela los primeros días y te van enseñando la calle y sus avatares, descubriéndote el peligro de atravesar la acera sin mirar y la precaución de no confiar en nadie que desconozcas, ese es otro sorbete de lactancia, esa cordura que te van imprimiendo y que luego vas a incorporar en los actos de tu vida diaria.
Hay momentos en que te enseñan a rezar y a indagar con las agujas del reloj hasta que aciertas por primera vez con la hora, a escuchar atentamente cuando estás en una reunión, sin interrumpir por rabietas o desaires, sino para preguntar y quizás también para opinar, porque estás mamando la sabiduría del saber estar y te va a acompañar de por vida.
Algún día irás a pasear y deberás percatarte de los peligros a los que te puedes enfrentar y ese miedo a perderte que te va sobrecoger cuando te despegues del grupo, aprenderás a seguir a un guía y a usar la palabra para comunicarte, a orientarte, tan importante más adelante, cuando crezcas y ese es otro trago de leche de la vida que te entregan los padres.
Irás a la escuela y al colegio y por encima de las explicaciones de los profesores recibirás muchos momentos de asesoría, con la compañía de tus padres, dictándote las normas básicas para estudiar y aprender, para ser receptivo y auto-crítico, porque esos valores te van a ayudar a construir una personalidad adecuada y ahí estás mamando esa leche que sólo los padres pueden generar.
Tendrás tu primera polución o una palpitación por descubrir el sexo y la sexualidad y siempre tienes a mano la teta de tu madre o tu padre, quienes te van a encaminar en el proyecto de vida de la adolescencia, sin temor pero sin riesgos absurdos, te van a ayudar a dar los primeros pasos y a examinar tus descubrimientos y a calmar tus soledades apresuradas, pero la leche de los padres te va a alimentar para no errar en tu andadura.
Tendrás que elegir carrera y buscarás independizarte, pero siempre tendrás el teléfono a mano para entregarte a una conversación y ahí seguirás mamando de esa bondad de leche que te entregan tus padres con consejos y reprobaciones, dejando a tu elección la última decisión, pero donde siempre estará la voz de tus guías, quienes te siguen amamantando.
Llegan los hijos y los nietos, los cambios de residencia y las equivocaciones, pero se regresa a seguir lactando porque esa leche tiene algo especial, como las vitaminas del ejemplo o la falta de nutrientes del abandono y quieres explorar si ahora puede tener el mismo sabor que otros cuentan, porque necesitas ese chupeteo de la mirada y el intercambio de palabras, de las preguntas y la resolución de dudas para seguir mamando de la vida.
Habrá quienes tengan que recordar la lactancia de los padres a través de las rejas o las sombras, pero si lactaron tienen esperanza en el futuro, porque la consistencia y la composición de ese líquido que nos alimenta es una estructura que nos solidifica y nos construye.
Así que no creas que sólo lactamos un año o seis meses, seguimos lactando toda la vida porque la leche del ejemplo y la protección, de la apertura de caminos y de la enseñanza, la que nunca se borra, va a quedar indeleble para toda la vida y quien no haya lactado que regrese ahora mismo y pruebe esa leche antes de que sea tarde, aunque supiese amarga en la infancia y no fuese de tu agrado, porque no podemos permitir que se nos vaya la fuente para lactar y no hallamos chupeteado ese pezón de los abrazos y los reencuentros, momentos que sólo pueden construir y edificar, seamos quienes seamos y estemos donde estemos.
Tu amigo, que nunca te falla.
JUAN
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