Un reto prometedor


Querer, desde el corazón de un padre y el alma de una madre, es un reto que hay que afrontar para presentar al mundo un ser humano cargado de historia y empuje. Es prometedor reconocerse como consejero y orientador en la vida de tu hijo-a, pues al adoptar una actitud responsable vamos forjando el libro del crecimiento y las páginas de las oportunidades.

Para ello debemos formarnos, preguntarnos y respondernos, como la única estrategia para aprender lo que necesitan y devolverles el mundo que le pedimos prestado en mejores condiciones que cuando lo recibimos y con ellos, como protagonistas verdaderos de nuestro futuro más inmediato.


Crecer es un reto y proyectarnos es un deber que hay que cumplir, reclamando el derecho a enfocar la educación en la esfera de relación padres-hijo, permitiendo la contribución de familiares y amigos en un escenario donde todo se comparte con el único propósito de aportar para el desarrollo integral del niño y del adolescente, en su lanzamiento a un mundo de puertas abiertas, repleto de oportunidades y limitantes.

Dr. Juan Aranda Gámiz



miércoles, 1 de mayo de 2013

¿ESTAMOS PREDESTINADOS A SER HIJOS DE?

A veces me he preguntado si los hijos, antes de ser concebidos, ya han elegido bien el vientre de habitación donde van a vivir por nueve meses o tienen alguna referencia de la calidad de padres que van a tener y vienen para cumplir una misión encomendada de algún lugar y con la firma de alguien desconocido, pues no es casualidad que seamos los padres quienes aprendemos de nuestros hijos y no lo contrario.

He escuchado a padres decir "mi hijo me pidió antes de salir de la casa que..." y esa era la condición para regresar o la misión que el hijo encomendó a los padres para que le permitieran desarrollar su vida y luego regresar a comprobar que parte de su tarea, la constancia y la tenacidad, iban a provocar lágrimas de soledad y reflexiones angustiosas que condicionarían algún cambio en su filosofía de vida, lo que les va a servir a sus hermanos a seguir manteniendo una relación trunca, inflexible o agotada.

Algunos padres dicen "mi hijo me recomendó que no llorase cuando partiese al más allá" y esa tarea es tan difícil como para invalidar una promesa derramando una lágrima, aunque la pesadumbre y la añoranza nos hunda en el misterio de las dudas y es porque ya cumplió su tarea terrenal.

Hay padres que reclaman a los hijos y las discrepancias desencadenan respuestas que provocan silencios, como cuando tu hijo te comenta "pues tú tampoco has sido un santo" y pareciese que ya hubiese revisado toda nuestra historia de vida y, si somos inteligentes, tendríamos que borrar manchas para partir de cero e ilusionarles con un nuevo estilo de vida que les sirva de ejemplo.

Otros padres llaman por teléfono y preguntan ¿qué necesitamos para que esté listo a nuestro regreso? y si somos verdaderos hijos deberíamos responder "lo que esperáis de mí siempre que me recordáis, o sea, que nunca os olvide, que sea feliz en el camino que emprenda y que os hable en la ausencia, porque los padres contestan siempre a través del viento".

Me imagino que debe haber padres que crean que los sueños se cumplen y se despiertan esperando nuestra llegada, aunque no hallamos contratado ningún vuelo en ese día y su espera puede durar hasta que confirman que no se equivocaron porque tenían ese presentimiento, eso es -para ellos- que no han dejado de conocer a sus hijos. 

En algunos casos, los padres se sientan a comer y discuten los problemas de pareja para que los hijos establezcan sus propias preferencias, como si la vida de familia fuese equiparable a una sociedad de partidos políticos, debiendo sacarte el carnet para un partido de derechas o de izquierdas, pero los hijos se van para que no sientan que han adoctrinado a nadie y luego regresan para darles consejos, esos que vienen de los hijos y que ayudan a reconocer en ese hijo a un enviado, actuando como instrumento de alguien, para mejorar nuestra calidad de vida.

A veces, algunos padres luchan en silencio porque están convencidos de que su proyecto de vida es alegrarle la vida a sus hijos, pero son los hijos los que nos ayudan a ver la vida con otra mirada y sudar nuestro esfuerzo de devolverles algo mejor de lo que nosotros recibimos.

Hay, también, padres que fueron contratados para mantener una vida de matrimonio y se desconocen hasta en presencia de la luz más radiante, pero el hijo es el vehículo para que dialoguen dos corazones extraños y poco a poco se vaya constituyendo una chispa que pueda encender la verdadera vida de familia.

Espero que si eres parte de este relato, como padre o como hijo, llegues a comprender mi ánimo de entender el verdadero sentido de la presencia de un hijo (natural, biológico o emprestado, del corazón o agregado, adoptado o aceptado, integrado o incluido) en tu vida, porque él ya te conocía antes de que tú decidieras planificar tu vida de pareja y tu proyecto familiar de vida en común, su presencia es la oportunidad para que cambies y adaptes tu existir a sus necesidades, sólo así algún día se retirará porque ha cumplido su misión acorde al encargo que alguien le dio e igual harán con él sus hijos y sus nietos con sus padres.

Definitivamente, estamos predestinados a ser hijos de un alguien que tenemos que transformar en el alguien más importante en nuestras vidas y de nosotros depende que lo consigamos o que muramos en el empeño.

Gracias por seguir ahí. Vuestro amigo, que nunca os falla.



JUAN

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