Un reto prometedor


Querer, desde el corazón de un padre y el alma de una madre, es un reto que hay que afrontar para presentar al mundo un ser humano cargado de historia y empuje. Es prometedor reconocerse como consejero y orientador en la vida de tu hijo-a, pues al adoptar una actitud responsable vamos forjando el libro del crecimiento y las páginas de las oportunidades.

Para ello debemos formarnos, preguntarnos y respondernos, como la única estrategia para aprender lo que necesitan y devolverles el mundo que le pedimos prestado en mejores condiciones que cuando lo recibimos y con ellos, como protagonistas verdaderos de nuestro futuro más inmediato.


Crecer es un reto y proyectarnos es un deber que hay que cumplir, reclamando el derecho a enfocar la educación en la esfera de relación padres-hijo, permitiendo la contribución de familiares y amigos en un escenario donde todo se comparte con el único propósito de aportar para el desarrollo integral del niño y del adolescente, en su lanzamiento a un mundo de puertas abiertas, repleto de oportunidades y limitantes.

Dr. Juan Aranda Gámiz



viernes, 6 de julio de 2012

CONSEJOS PARA UNA PATERNIDAD RESPONSABLE

LECCIÓN Nª 2
CONSEJOS PARA UNA PATERNIDAD RESPONSABLE


A veces nos convertimos en consejeros y no tenemos la lista de requisitos que quisiéramos aportar a quienes tienen el deseo de ser padres o están en la lista de espera y, en esta lección, me conformo con establecer lineamientos generales, que pudieran sonar a consejos, con el firme propósito de ir preparando el cuerpo y el alma para lo que se avecina.

         1. La paternidad (o maternidad) es una carrera de fondo y no de velocidad

Hay que ser constante, formularse un proyecto a largo plazo y esperar alcanzar las metas el día en que un padre (o madre) fallezca, no cuando el hijo se marche de la casa o cuando se independice, porque ahí termina la paternidad. No se puede llegar a ser un padre (o madre) responsable antes de que lo sea el vecino, se debe esperar a que ambos padres (o madres) hayan fallecido para saber cuánto se les echa de menos, cuánto dolió su partida o qué legado dejaron y se está transformando en actitudes en sus descendientes.

         2. La paternidad (o maternidad) no admite devoluciones.

Nuestros hijos deben ser aceptados con todos sus ingredientes y sus herencias, para adaptarlos a la nueva sociedad donde les ha tocado vivir, sumándoles apoyo y elevándoles su auto-estima, dignificando su integración social y manifestándonos abiertamente orgullosos de nuestro rol, aunque sea difícil, con momentos de atragantamiento y dolor, porque el paquete de un ser humano, donado por la vida, no tiene fecha de caducidad y tampoco admite ninguna devolución o cambio. 

         3. La paternidad (o maternidad) siempre debe tener preguntas para buscarles respuestas.

Hay que desechar las relaciones padres-hijo donde no surgen las preguntas, pues ello indica que hay una ausencia total de diálogo entre personas. Toda pregunta o interrogante debe obligar a buscar una respuesta, la mejor que encaje en esa familia en concreto y que destaque los valores y las enseñanzas que caracterizan y distinguen a todos sus miembros. Un padre (o una madre) no puede permanecer inactivo frente a una inquietud o considerarse inerme o impotente ante una duda, el camino trazado siempre debe ser correr a buscar la oportunidad que nos brinde una solución real.

         4. La paternidad (o maternidad) siempre debe ser compartida.

No hay padres o madres, aunque ambos vivan y compartan el mismo techo, pues ambos tienen motivos para preocuparse y para aportar, cada cual en la esfera más vinculada con su posición, capacidad, o tiempo de presencia en la vida de los hijos. Debe haber quien sostenga la bandera de la integración y el empeño, mientras que otro puede brindar supervisión y asesoría en calma y apoyo. Y a veces es bueno que cambiemos nuestras responsabilidades y nos demos la oportunidad, de este modo, de comprender mejor el impulso que ha dado nuestra pareja en la formación de nuestro hijo y valorarlo oportunamente.

         5. La paternidad (o maternidad) debe ser consensuada.  

Cualquier mensaje que reciba un hijo debe haber pasado los filtros de los padres, con el único propósito de transmitir imagen de unidad de criterio, pues de lo contrario los padres pasan de tener una misión orientadora a ser manipulados por los oportunismos de nuestros hijos. Es mejor decir "hemos pensado que..." a cometer el error de transmitirle "tu madre cree, pero yo pienso...".

         6. La paternidad (o maternidad) siempre está de guardia.

No podemos descuidarnos porque el hijo, con su miedo al monitoreo constante y a las diferencias de visión de la misma realidad, desde ópticas generacionales diferentes, está acechando para pasar desapercibido y escabullirse en el sinsentido de la calle, donde las opciones no son las mejores ni tampoco están bien definidas. Por ello, debemos convertirnos en médicos de guardia o serenos de la vida de nuestros hijos, haciéndoles conocer que ahí vamos a estar y que ante cualquier impulso que tenga es mejor que nos consulte para poder explicarles nuestra actitud, con comparaciones con episodios de frustración y desagravio en otras familias, evitando los malos pasos y procurando la reflexión sin cortapisas.

         7. La paternidad (o maternidad) no va a ser merecedora de ningún diploma.

Nadie nos va a entregar una medalla o un diploma, pues el único reconocimiento es un beso, una caricia, una llamada telefónica o una felicitación, una presencia en algún cumpleaños y un sí cuando los necesitemos, en el mejor de los casos. Si esperamos mucho más estamos condicionando nuestra paternidad a un premio y este no es el camino para volcar nuestras ilusiones en una vasija de paternidad responsable.

         8. La paternidad (o maternidad) debe estar en continua evaluación.

A diario nos debemos preguntar y consultar sobre nuestro papel en la formación de nuestros hijos, a través de una paternidad responsable, quizás cada mes o cada semana, si hubiese lugar, pues a partir de este ejercicio podemos re-formular estrategias, re-definir acciones y re-encauzar nuestro proyecto personal, como padres y como miembros de una familia, a favor de quienes todavía están por venir.

         9. La paternidad (o maternidad) debe tener preestablecidos unos indicadores.

Pero a veces necesitamos saber cuánto estamos cumpliendo y eso se reconoce a través de indicadores:

                          a. Grado en que los hijos aceptan a sus padres (en una escala de 0 a 10)
                          b. Nivel de desarrollo de la vida intra-familiar (en una escala de 0 a 10)
                          c. Grado de cumplimiento de nuestra paternidad (en una escala de 0 a 10)
                        
       10. La paternidad (o maternidad) es una responsabilidad

Si la paternidad (o maternidad) la aceptamos como una responsabilidad (un deber) estamos estableciendo los lineamientos de una paternidad (o maternidad) responsable, de lo contrario estamos comportándonos como autómatas y la monotonía, el cansancio con desenfado y el hastío nos van a provocar momentos donde podemos recordar nuestro paso por este mundo como el peso de una cruz hacia esa cruxificción que puede significar un desastre para nosotros, como padres, o para nuestros hijos, olvidándose de lo que quisimos darles como padres y ese nivel de responsabilidad lo van a descargar después en nuestros nietos.

Gracias por vuestra lectura. 
Después del tercer capítulo se diseñará un cuestionario sobre los tres primeros capítulos.



Dr. Juan Aranda Gámiz.

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