Un reto prometedor


Querer, desde el corazón de un padre y el alma de una madre, es un reto que hay que afrontar para presentar al mundo un ser humano cargado de historia y empuje. Es prometedor reconocerse como consejero y orientador en la vida de tu hijo-a, pues al adoptar una actitud responsable vamos forjando el libro del crecimiento y las páginas de las oportunidades.

Para ello debemos formarnos, preguntarnos y respondernos, como la única estrategia para aprender lo que necesitan y devolverles el mundo que le pedimos prestado en mejores condiciones que cuando lo recibimos y con ellos, como protagonistas verdaderos de nuestro futuro más inmediato.


Crecer es un reto y proyectarnos es un deber que hay que cumplir, reclamando el derecho a enfocar la educación en la esfera de relación padres-hijo, permitiendo la contribución de familiares y amigos en un escenario donde todo se comparte con el único propósito de aportar para el desarrollo integral del niño y del adolescente, en su lanzamiento a un mundo de puertas abiertas, repleto de oportunidades y limitantes.

Dr. Juan Aranda Gámiz



lunes, 30 de julio de 2012

¿SERÉ O NO SERÉ PADRE?

Ser padre no quiere decir que la biología te lo permita, posiblemente la fortuna o el azar, las circunstancias o quizás las oportunidades, pero al fin y al cabo todo se resume en descargar el potencial que llevas dentro y que debes entregarlo, como una herencia, a quien se considere tu hijo; por eso hay padres de inmigrantes y padres en la distancia, padres de teléfono y padres abandonados, padres indigentes y padres que dan cátedra, padres luchadores y padres que siempre te llevan la pancarta en las manifestaciones de tu propia vida, porque quieren que hasta en esas circunstancias sigas aprendiendo, padres que nunca pisaron la sala de partos y padres emprestados, padres señalados y padres manipulados.

Hoy quiero que pensemos en ser padres por lo que nos obligamos a entregar, revisando y estudiando en los comportamientos de quien será nuestro hijo, prometiéndonos que daremos todo nuestro esfuerzo para cubrir sus preguntas, que abrigaremos sus momentos de frío y que no olvidaremos su calendario vacunal, que estaremos junto a su cama si tiene fiebre y que ni incluso su partida la vamos a olvidar jamás, que repasaremos sus lecciones en la cocina y le ayudaremos con su ortografía, que nos sentaremos todos a la mesa para conocer cuáles son nuestros gustos y que no se incomodarán si le pedimos permiso para entrar al espacio de su dormitorio porque no queremos violar nuestra relación.

Hay quien piensa que ser padre es fácil llevando un cinturón o el que apuesta por su voz gruesa y convincente, el que asumió que la letra con sangre entra y el que confía en los abuelos para pasarles el testigo, los que viven más tiempo fuera de la casa que dentro porque consideran a los hijos más maduros del verdor que llevan por dentro y los que creen que van a crecer tan rápido que es una amenaza para su consideración de ancianos, más allá de lo que les puede mostrar un calendario.

Tememos ofenderles y que no se acuerden de nuestro aniversario, fallarles y que no nos pregunten el por qué, distraerles y que no encuentren el sentido de nuestros gestos, disimular y que escondan las verdades que supieron captar, amamantarles pensando que se quedaron dormidos y dejar de contarles el cuento de Purgarcito, a pesar de que ya manejen el mouse mejor que nosotros, sacarlos a pasear al parque y columpiarlos, mientras hablamos con otro padre, sin saber que ya se piropean a nuestras espaldas y sufrimos por algún diagnóstico maldito que nos lo arrebate antes de tiempo, porque el aliento les huela a tabaco o porque se dejen manipular fácilmente por el chulo del barrio.

Cuando no sabemos qué hacer es porque nos ganaron la batalla y debemos recomponer nuestro ejército de saberes y estudiar, dialogar con quien está tan atrasado como nosotros y no parar hasta que le escuchemos, hablando por teléfono "oye amigo, yo no sé si te pasará a tí, pero mi padre me sorprende cada día y no se lo digo porque se lo va a creer, pero estoy orgulloso de él y de mi mamá, son geniales".

Pensamos y no dormimos, lloramos y apagamos sonrisas, olvidamos menesteres y caminamos sin rumbo, se presenta la cefalea de la madrugada en un compás de espera, sin saber si quedó tumbado en la carretera o fué asaltado por esos gérmenes sociales oportunistas que transitan por playas y discotecas, aunque nos preguntamos por qué no nos aceptaron un consejo delante de los amigos o dejarles algo de dinero cuando se encontraba con los colegas.

Tenemos que prometernos que no nos vamos a considerar viejos ante ellos, ni pasados de moda, intentemos ser simplemente nosotros, como lo vimos en nuestros padres, con ojos secos porque se cansaron de rezar porque algún santo nos protegiese o cargándonos de preguntas sin respuestas cuando no comieron o se escondieron de los familiares, al presentarse los primeros fracasos que le asustan o si llegan pidiendo perdón por las tonterías que han cometido, aunque quizás son pecados de la adolescencia que traen como penitencia una barriga y un nieto que va a llegar antes de tiempo, en un tren de alta velocidad.

Si realmente nos hemos hecho todas estas preguntas, aprendamos tareas tan básicas como manejar un termómetro y unas tijeras, comprémonos una buena almohada y unos polvos que disimulen nuestra cara al día siguiente, una cruz que nos proteja y una mesa grande donde entren todos con todas sus circunstancias, un teléfono que pueda hablar con todos al mismo tiempo y pidamos a la vida amor, a partir de donde vendrá de alquiler la paciencia y la compañía, la comprensión y la cordialidad, así podemos construir un futuro, el que queremos entregar a nuestros hijos en el día de mañana.

Si te has leído esta entrada, entonces estás preparado para iniciar el curso "Escuela para padres", donde trataremos temas específicos, aunque mi afán no es dar clases a nadie sino compartir, desde el corazón, la pasión por ser madre y padre desde el alma, de donde salen los mejores consejos y anhelos, con ese alfabeto que sólo unos padres enamorados conocen para poder comunicarse con el mundo de su hijo, siempre a muchos millones de añoz luz, pero que el telescopio de la vida nos permite acercar para explorarse mutuamente y descubrirse como universos complementarios.

Un abrazo especial para alguna madre en la cárcel a quien le llegue este blog, para ese padre que nunca sintió los golpes de puño en la pared de su hijo porque cuando llegaba a la casa encontraba un muñeco ebrio y tambaleándose que no ofrecía ningún abrazo, para esos padres analfabetos que nunca sirvieron de soporte en las tareas de la casa pero sus hijos le demostraron que aprendieron con su ejemplo de trabajo y amor a resolver las incógnitas de una ecuación de tercer grado, a los padres adultos-mayores que no disfrutarán de nietos y a los que tienen el corazón grande como una cacerola donde se cocine un buen potaje, que admite todo, como el alma de voluntarios que aceptan sólo el sabor de ser padre y a veces respiran el humo de una olla que se pasó de cocción.

Para todos vosotros, gracias por seguir ahí, este es vuestro examen, al reflexionar sobre vuestra propia realidad, las preguntas son los misterios de vuestros silencios y las respuestas los abrazos que han de daros vuestros hijos.

Gracias por apoyar mi espíritu de lucha como padre emprestado, por lo que también le doy gracias a la vida y a quién también lo permitió.


Juan Aranda Gámiz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario