Un reto prometedor


Querer, desde el corazón de un padre y el alma de una madre, es un reto que hay que afrontar para presentar al mundo un ser humano cargado de historia y empuje. Es prometedor reconocerse como consejero y orientador en la vida de tu hijo-a, pues al adoptar una actitud responsable vamos forjando el libro del crecimiento y las páginas de las oportunidades.

Para ello debemos formarnos, preguntarnos y respondernos, como la única estrategia para aprender lo que necesitan y devolverles el mundo que le pedimos prestado en mejores condiciones que cuando lo recibimos y con ellos, como protagonistas verdaderos de nuestro futuro más inmediato.


Crecer es un reto y proyectarnos es un deber que hay que cumplir, reclamando el derecho a enfocar la educación en la esfera de relación padres-hijo, permitiendo la contribución de familiares y amigos en un escenario donde todo se comparte con el único propósito de aportar para el desarrollo integral del niño y del adolescente, en su lanzamiento a un mundo de puertas abiertas, repleto de oportunidades y limitantes.

Dr. Juan Aranda Gámiz



domingo, 9 de diciembre de 2012

¡QUÉ ES UNA FAMILIA?

Por el hecho de que el concepto de familia no está bien estructurado ni definido, habiendo acuerdo que es un elemento social básico y en el que se deben destacar vínculos de afinidad y vínculos de consanguinidad, sería interesante analizar si todos tenemos un mismo origen y, por tanto, el mismo nivel de consanguinidad, si  la familia no podría incluir a cuantos estén presentes en mi vida, cree con ellos lazos de afinidad en cualquier campo (profesional, de relaciones de vecindad, cultural, recreativo, circunstancial o derivado de vivencias o convicciones).

Sólo así se puede entender a quien dice haber nacido en el seno de una familia de poetas, porque la consanguinidad la tiene asegurada con cualquiera de su entorno, pero la afinidad surgió desde el momento en el que mamó poesía en su infancia y creció dando vida a las palabras y los versos, transmitidos de padres, hermanos, amigos y vecinos comprometidos con la poesía.

Siempre es difícil comprender a quien dice estar protegido por la familia de la calle, porque la obscuridad de la noche y el riesgo del silencio y la cobardía son contrarrestados por quienes duermen en sillones y portales, con sábanas de cartón y ventanales de trapos sucios, acurrucados para que no se disipe el calor de sus cuerpos y con el aliento necesario para protegerte y cuidarte, abrigarte y ayudarte a seguir creciendo en las adversidades, comiendo con quienes comparten tu realidad y se reparten la comida que les ofrecen o compartiendo camas en albergues donde no hay propiedad privada.

Nunca es tarde para sentir el enfoque de familia de quienes vivieron atrapados en una mida, a cientos de metros bajo la superficie, esperando la muerte entre consejos de los más maduros en la profesión y animados por oraciones y logística concluyente de quienes quisieron amparar a los más indefensos en su lucha por sobrevivir.

Es comprensible escuchar la protesta, de boca en boca, de personas singulares que se ven afectadas en su orgullo y su proyecto, porque un miembro de su familia profesional, con la que comparten trabajo y penurias, ha sido amenazada por un contratiempo o un mensaje altisonante y por eso no tienes a tu lado a empleados sino a hermanos resentidos.

Hay familias económicas porque los intereses se reparten y los gastos a veces se multiplican, como la familia del euro, donde la incertidumbre es el vaso de leche del desayuno, los derroteros de los compromisos adquiridos son el primer plato del almuerzo y la tristeza de los esfuerzos exigidos debe ser el postre que complemente una maravillosa cena, porque se nos despierte la sensibilidad, pero donde nos debemos seguir criticando porque sólo hacemos desayuno y almuerzo, no cenando para evitar llorar y legislar para los más débiles; un ejemplo de lo que no debe ser una familia y donde algunos de sus miembros reclaman ante los demás porque falta un principio de igualdad de oportunidades.

Es maravilloso observar cómo se arropan los internos de una planta destinada a pacientes de cáncer, en cualquier hospital del mundo, porque tienen una afinidad común, ante la vida y la muerte, educándose para prevenir el dolor y formándose para afrontar el sufrimiento de las recaídas; una familia que debiera servir de ejemplo. 

Y no ampliamos muchas familias porque nos creemos al margen y vivimos ajenos a lo que les acontece a otros hermanos, que pareciese que los tratamos de bastardos, pero donde pudiera funcionar todo mejor y sin menos tele-maratones, sin buscar juguetes para regalarles cuando nos olvidamos que son hermanos y nos necesitan el 3 de marzo o el 7 de octubre y no el 24 de diciembre, cuando todo el mundo tiene que ver nuestros gestos, a veces dispersos y falsos.

También hay una familia en quienes se ven afectados y marginados, los no reconocidos y contactados, pero no una familia que no comparte nuestro apellido, porque todos debiéramos llamarnos con un nombre, de primer apellido "Adán" y de segundo apellido "Eva", con esto se acabarían los primos-hermanos y los suegros mal comprendidos, los hermanos tullidos y los cuñados que no se tienen en cuenta. 

Aprendamos a vivir como hermanos de una misma familia, eso le daría mayor sentido a nuestras vidas, sin connotaciones de abandono de quienes se sienten marginados ni alejamientos infructuosos ni incomprendidos, porque la hermandad la llevamos en la sangre desde que nacemos y la afinidad la tenemos que generar a diario con quienes nos la reclamen, en presencia y actitudes.

Gracias, tu amigo que nunca te falla


Juan

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