Un reto prometedor


Querer, desde el corazón de un padre y el alma de una madre, es un reto que hay que afrontar para presentar al mundo un ser humano cargado de historia y empuje. Es prometedor reconocerse como consejero y orientador en la vida de tu hijo-a, pues al adoptar una actitud responsable vamos forjando el libro del crecimiento y las páginas de las oportunidades.

Para ello debemos formarnos, preguntarnos y respondernos, como la única estrategia para aprender lo que necesitan y devolverles el mundo que le pedimos prestado en mejores condiciones que cuando lo recibimos y con ellos, como protagonistas verdaderos de nuestro futuro más inmediato.


Crecer es un reto y proyectarnos es un deber que hay que cumplir, reclamando el derecho a enfocar la educación en la esfera de relación padres-hijo, permitiendo la contribución de familiares y amigos en un escenario donde todo se comparte con el único propósito de aportar para el desarrollo integral del niño y del adolescente, en su lanzamiento a un mundo de puertas abiertas, repleto de oportunidades y limitantes.

Dr. Juan Aranda Gámiz



jueves, 25 de septiembre de 2014

A LOS PADRES EMPRESTADOS

Un padre emprestado es aquel que desempaña un rol de padre porque la vida se lo permitió y tomó prestada esa responsabilidad para desempeñarla como si fuese de verdad, con el amor propio de quien biológicamente lo fue y con la firmeza característica de quien debe llamarse como tal.

Un padre emprestado sufre porque considera que el cariño es efímero y por cuanto su amor siempre va a ser compartido, por lo que le da el día y por lo que le pueden dar los años, por la felicidad de la compañía y la soledad venidera.

Un padre emprestado reconoce que es un pasajero en esta vida, con la suerte de quien siente los abrazos como propios, aunque fuesen emprestados, luchando por no perder el calor de la lana de cuerpos de niños que necesitan esos besos sin preguntarse si el espermatozoide fue suyo o no.

Un padre emprestado no siente el dolor más que quien engendró, pero vive las etapas de quien crece de la misma manera, se compromete pensando si para los demás es una propiedad que deben seguir protegiendo o también les llegará el momento del desapego y la búsqueda de nuevos derroteros, alzando la mano en la despedida.

Un padre emprestado no come ni duerme, limpia los mismos pañales y mira igual, llora y ríe, compone poesía y escribe para sentir el reconocimiento de sus hijos, pasea y aconseja, duerme intranquilo y, a veces, también llega tarde al trabajo.

Un padre emprestado siente el fin de semana como un aparente alivio y no es capaz de traducir los silencios, se siente amarrado en el cine porque ha visto la película muchas veces y espera que todo el mundo lo señale con envidia, pues ahí está almacenada la alegría de ser padre emprestado.

Un padre emprestado sacrifica sus momentos porque pertenecen a otras vidas y padece de fruncir el entrecejo y querer mirar para otro lado, dos enfermedades que acompañan a cualquier padre que está insatisfecho con su destino.

Un padre emprestado tiene ilusiones y sueños, colabora en los trabajos del colegio y se anima con el nuevo vocabulario de quien será ese futuro profesional por el que prolongará su vida, se acostumbra a ser padrino de bodas y acompaña esos momentos trascendentales porque la vida se lo permitió por un momento.

Un padre emprestado habla de lo bueno y siempre calla lo malo, nunca se arrepiente de los esfuerzos y siempre se anima a veer el futuro cargado de verdad y con un traje de corte firme y solidario en los que van a hablar de él como su progenitor.

Un padre emprestado no escribe sus memorias, porque siempre las guardará en el archivo de su corazón, no aprenderá a cantar como juglar porque vive los minutos más intensamente y trae a colación lo que desea que los suyos sean, porque es de lo que ha aprendido a presumir, día tras día, verano tras verano.

Un padre emprestado siente la distancia y aprende a compartir a sus hijos, llora también cuando se presentan los traspiés propios de los infantes que no terminan de redactar adecuadamente, de los que se pelearon con los amigos, de los que manifestaron su desinterés por el estudio, de los que se manifiestan contrarios a la propuesta familiar de vida, de los que se arrinconan para buscar sus propios horizontes y de los que son continuamente manipulados, pero nunca se desarraigan del todo.

Un padre emprestado no es peor que otro padre cuando va a la iglesia ni aprende a discutir por instinto, trata de ser el mejor consejero y comprueba que el roce provoca gestos y movimientos que creías que eran sólo tuyos y ya los vas viendo en el movimiento de los cuerpos de tus hijos.

Un padre emprestado no habla de lo que sabe sino de lo que aprende de sus hijos, no manifiesta el trabajo empeñado sino del futuro que les espera, no acepta decisiones hasta que no comprueba que la vida les permite reflexionar y digerir las circunstancias para hacerlas suyas.

Un padre emprestado se siente también sólo cuando vive al margen y no es partícipe de la vida de los suyos, pero respeta la decisión manifiesta de quedar fuera de todo círculo de opinión, aunque a veces se lanza al vacío y se manifiesta, para que sigan comprobando que el padre sigue siendo emprestado.

Un padre emprestado deja notas para que en los renglones se compruebe el estado de ánimo de noches largas de espera y puede poner cara de circunstancia para demostrar que también hay enfado escondido detrás de las palabras de ánimo, porque nadie supo practicar con el ejemplo aprendido.

Un padre emprestado es de ellos y de muchos más, pero siempre está dispuesto a plantear que hasta su cariño debe ganarse con muy poco, pues una mirada bien vale un año de sacrificio y entrega por tus hijos emprestados o del corazón.

Un padre emprestado sufre por los largos periodos sin comunicación alguna y los olvidos de los aniversarios, los vacíos afectivos y la pérdida de esa mantequilla de ligazón que te obliga a rozarte y acariciarte, en la penumbra de la noche.

Un padre emprestado no es ni más ni menos que un padre más, aunque quisiera robarle un espacio adicional a los padres biológicos y sentir que lo son de verdad.

De todos modos, es un privilegio serlo y manifestarse abiertamente como afortunado, porque no hay tantos padres que puedan decir lo mismo, muy a pesar de que se es emprestado y que todo tiene la necesidad de ir y venir, pero saber que se formó parte de la vida de un ser humano es el verdadero concepto de un padre de verdad y así me siento.

Un abrazo, desde el corazón, para mis hijos del corazón.


Juan, un padre emprestado y feliz.

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