Un reto prometedor


Querer, desde el corazón de un padre y el alma de una madre, es un reto que hay que afrontar para presentar al mundo un ser humano cargado de historia y empuje. Es prometedor reconocerse como consejero y orientador en la vida de tu hijo-a, pues al adoptar una actitud responsable vamos forjando el libro del crecimiento y las páginas de las oportunidades.

Para ello debemos formarnos, preguntarnos y respondernos, como la única estrategia para aprender lo que necesitan y devolverles el mundo que le pedimos prestado en mejores condiciones que cuando lo recibimos y con ellos, como protagonistas verdaderos de nuestro futuro más inmediato.


Crecer es un reto y proyectarnos es un deber que hay que cumplir, reclamando el derecho a enfocar la educación en la esfera de relación padres-hijo, permitiendo la contribución de familiares y amigos en un escenario donde todo se comparte con el único propósito de aportar para el desarrollo integral del niño y del adolescente, en su lanzamiento a un mundo de puertas abiertas, repleto de oportunidades y limitantes.

Dr. Juan Aranda Gámiz



domingo, 5 de agosto de 2012

¿QUIÉN DE LOS DOS PARIRÁ?

Creemos que en la paternidad y la maternidad debe haber quien lidere esta propuesta futura de vida, iniciando la cadena de eventos a partir de un parto prometedor, al mismo tiempo que incierto, y así sólo el que para podrá asumir mayor responsabilidad y tendrá más derechos.

Quien no está preparado biológicamente para parir piensa que puede abandonar cuando desee y alejarse del hijo que procreó, dejando una tarea inconclusa a su pareja y que su propia exigencia le permita recoger la bonificación mensual que le dará para manutención, hospitalidad, vestimenta y educación, porque así también está contribuyendo, pero en la más triste ausencia.

Quien no está listo para sufrir con las contracciones del parto, aunque no sea en su propio cuerpo, estar presente para escuchar las primeras palabras de su hijo o ayudarle a caminar, jugar a ser niño o sujetarlo para que mame responsabilidad, dulzura, entrega, tesón y fe en sí mismo, humildad y fortaleza para conocerse mejor cada día, con la teta de tu presencia, es porque confía que la tarea es de quien lo parió.

Quien no reconoce que su hijo tiene sus propios rasgos y sus hábitos, sus modales y su carácter, es porque ha perdido el tiempo para mirarlo y acompañarlo, moldearlo en lo que él se haya identificado como estigmas negativos y aplaudirlo en lo que se consideres afortunado, es porque no tuvo dolor de parto.

Quien pare y regala el fruto de sus entrañas no tiene identificado el significado de la maternidad, porque comercializa los sentimientos para ofertar presencia en una pareja donde, con el paso de los años, se generará un movimiento de búsqueda de sus propias raíces para reclamar o acoger, intentando explicarse porqué se puede confundir una sala de partos con una tienda de la esquina, para que la vida se transforme en un artículo de compra y venta.

Quien da a luz y olvida, justificando que hay circunstancias extrañas a lo que debió llamar abandono, porque no sintió la voz de su hijo y las patadas en su vientre y arrinconado en una esquina de su abdomen porque ya presentía que iba a vivir sólo, va a vivir en las tinieblas de un falso concepto de sí y nunca va a encontrar el significado real de una maternidad que precisa construirse poco a poco, a fuerza de caídas y recaídas, hasta que descubra el daño que puede provocar ser padre o madre para sentir el abandono de los suyos y preguntarse el porqué se siente tan sólo, en la última etapa de su vida, simplemente porque no estaba preparada para vivir para dos o para tres, es porque la paternidad o la maternidad llegaron a su vida cuando aún era muy inmaduro.

Quien mira al hijo que nace y ante la menor duda o problema huye porque cree tener prisas y no regresa ni para decir adiós o para acompañarle al médico, del que dependerá para siempre por una enfermedad congénita o malformación, es porque nunca pensó en el peso de incertidumbre que acompaña al deseo de ser padre o madre, porque hay que ponerse en manos del destino y Dios sabrá a quien regalará sufrimiento que les permita crecer y bienestar para aprender a soportar más tarde el dolor que les ha de llegar.

Quien no tolera muchas preguntas y carece de tiempo para escuchar, es porque no se limpió los oídos de la paternidad y maternidad, con los cotonetes (bastoncillos) de la paciencia de una mirada de amor o la ternura de un silencio, mientras se busca la mejor respuesta que está forjándose con el alfabeto del alma, pues sólo ahí se pueden encontrar renglones de apoyo, cargados de palabras de presencia y soporte.

Quien no permite educar a quien no pudo parir o quien desea parir para ser padre y madre, cumpliendo un deseo y completar sus aspiraciones en este mundo, con semen u óvulos comprados al mejor postor, es porque no asumió que en el parto deben empujar los dos, respirar los dos, expulsar los dos y alumbrar los dos, con una placenta a medias y un sangrado que les va a desgarrar a los dos, jadeando los dos de felicidad, porque al fin y al cabo deben parir los dos, ya que para ellos está reservada la paternidad y la maternidad.

No pare la madre ni el padre va de espectador, el dolor no es cosa de uno ni la respiración se interrumpe sólo a la parturienta, porque la responsabilidad fue de los dos al momento de engendrar a su hijo y no hay parto sin dolor cuando yace una expectativa que va a precisar mucho esfuerzo y mucha templanza en la construcción de la vida de un hijo.

En el embarazo, uno alquila su vientre y el otro llama a cada rato, tocando y escuchando, acariciando y preguntando. En el parto, se escuchan gritos de una parte y palpitaciones de la otra, carreras de un lado y rotura de la fuente de la otra, camillas que aceleran su tránsito y apretones de manos sudorosas, manos que acogen a recién nacidos y miradas que cambian la razón de ser; todo, de parte y parte, son los dolores del parto.

Así que si alguien me preguntara, después del embarazo que pueda llevar una pareja, ¿Quién de los dos parirá?, tengo que decirle que "parirán los dos", porque los dos decidieron, los dos aceptaron, los dos alimentaron su primera etapa intra-uterina, los dos estuvieron presentes en el parto y gritaron, sufrieron y se lamentaron agotados de satisfacción, expulsaron una placenta a medias y seguirán haciéndolo todo "entre los dos", porque ese será el sentido que le darán a la media paternidad y media maternidad con la que pretenderán construir una "responsabilidad compartida", aceptando a medias y sufriendo a medias, luchando a medias y replanteándose a medias, proponiendo a medias y alcanzando entre los dos esa meta de padres.

Gracias a todos mis amigos y hasta la próxima lección



Dr. Juan Aranda Gámiz.

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