Pensamos que siempre vamos a controlar las situaciones y seremos capaces de mantener un liderazgo necesario para mantener viva la relación padres-hijos, pero la falta de tiempo, las excusas, el amontonamiento de tareas o la necesidad de descanso en las horas libres nos conducen a dejar de practicar y, a la larga, lo que no se practica tiende a olvidarse.
Si no practicamos escuchando olvidamos dialogar, lo cual es un problema al aconsejar y reorientar. Si no practicamos mirando estamos perdiendo la oportunidad de ver y observar, pudiendo conducir después. Si no practicamos hablando perdemos los momentos de diálogo y se van a buscar respuestas en la calle. Si no practicamos con el ejemplo ante nuestros hijos van a buscar otros modelos que imitar en familiares, amigos, conocidos, profesores o líderes de opinión, figuras públicas o políticos.
El gran problema no es si no practicamos pues podemos hacerlo en otro momento, lo grave es que dejemos de practicar a menudo y al final se olvida escuchar y empezamos a gritar por cualquier reclamo, olvidamos hablar y esquivamos las preguntas, se olvida dar ejemplo y nuestros hijos dejan de parecerse a nosotros, aunque tengan escrito parte de nuestro código genético, olvidamos mirar y se nos escapan los detalles que después tenemos que ir a mirar en una foto o una película, porque se nos olvidó el color del pelo, que a nuestra hija le gusta la minifalda o que ya le salió barba a nuestro hijo mayor.
Olvidar por falta de práctica es el Alzheimer de los padres, en su relación con sus hijos, pues se acabaron los roces y las miradas, los susurros y las caricias, ingredientes muy importantes para crecer como padres y regocijarse como hijos, en el regazo de unos padres que aún pueden dar ejemplo, mirar, escuchar y hablar.
Esto nos obliga a tener una agenda de la relación con nuestros hijos, donde escribamos todos los días, para que no se nos olvide, frases que nos recuerden que tenemos que decirle algo importante a un hijo, que tengo que mirar enamorado a mi hija, que debo escuchar las historietas del menor o enseñarle al mayor cómo debe tratar a su abuela o a su novia, si al llegar le doy un beso a su madre o le lanzo un piropo.
Pero esta agenda no puede ser de papel ni de cuero, sino que debe ser de sangre ya que debemos llevarla en el corazón y mantener la inquietud de que ahí no se borre nada que no queremos olvidar, tener presente que nosotros somos porque hay quienes van a continuar nuestra tarea y que ellos también sienten la necesidad de que los padres nos acordemos y los toquemos, que sientan la paternidad o la maternidad en nuestro toque y nuestros consejos.
Vivir para practicar es una decisión sabia, pues cuando nuestros hijos nos agradezcan lo que hicimos por ellos en vida lleva implícito un agradecimiento por lo que no olvidamos hacer y eso forma parte de su formación como seres humanos y transmitirán a sus propios hijos.
Ser padres implica practicar a diario para no olvidar y no olvidar la práctica diaria, un ejercicio que debe estar presente en nuestras vidas antes que comer, pasear o disfrutar del tiempo libre, porque el principal objetivo de unos padres debe ser la educación de sus hijos.
Gracias por seguir ahí, de tu amigo.
Juan
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