Un reto prometedor


Querer, desde el corazón de un padre y el alma de una madre, es un reto que hay que afrontar para presentar al mundo un ser humano cargado de historia y empuje. Es prometedor reconocerse como consejero y orientador en la vida de tu hijo-a, pues al adoptar una actitud responsable vamos forjando el libro del crecimiento y las páginas de las oportunidades.

Para ello debemos formarnos, preguntarnos y respondernos, como la única estrategia para aprender lo que necesitan y devolverles el mundo que le pedimos prestado en mejores condiciones que cuando lo recibimos y con ellos, como protagonistas verdaderos de nuestro futuro más inmediato.


Crecer es un reto y proyectarnos es un deber que hay que cumplir, reclamando el derecho a enfocar la educación en la esfera de relación padres-hijo, permitiendo la contribución de familiares y amigos en un escenario donde todo se comparte con el único propósito de aportar para el desarrollo integral del niño y del adolescente, en su lanzamiento a un mundo de puertas abiertas, repleto de oportunidades y limitantes.

Dr. Juan Aranda Gámiz



domingo, 9 de septiembre de 2012

LA ANATOMÍA DE UNOS PADRES

Una relación entre padres e hijos debe ser estudiada, también, desde el punto de vista anatómico, diseccionándola oportunamente para entrever en sus propias entrañas los determinantes de que todo vaya bien o que sea un verdadero desastre y con el agravante de que nadie te sabe explicar dónde estuvo ese tornillo que faltó para engranarla y conducirla adecuadamente.

La boca de la relación padres-hijos está en la puerta de tu propia casa, pues de ahí pueden salir palabras altisonantes o consejos muy válidos, al igual que tu hijo puede salir a la calle con una orientación previa o por  instinto animal y sin atender a recomendaciones previas, todo lo cual condicionará el futuro incierto en esa tarde y si sus decisiones se sujetarán a consultas a los padres o, tenga la edad que tenga, se creerá auto-suficiente para afrontar su propio destino.

La nariz de la relación padres-hijos está en la ventana de su cuarto, pues deja salir un aliento cargado de secretos y contaminado de alcohol o droga, mientras que se permite que entre el aire fresco de la tarde, que bien puede traer aroma y frescura a río o playa, amén de olores que te despierten el apetito o te motiven a acercarte para saludar a quien pase por debajo. Una relación ventilada es aquella en la que se han tratado todos los problemas pendientes y se airearon las dudas, con lo que se desprendieron de su nariz los mocos de un catarro generacional que puede provocarle una complicación y terminar por necesitar asesoría y consultas especializadas porque la gripe se nos fue de las manos y la relación se ve frustrada porque a los pocos días te traen su cuerpo, víctima de un accidente o del liderazgo de un pseudo-amigo, enfrascado en ser el motor del grupo o la pandilla.

Los oídos son las puertas abiertas, porque si oímos lo que pasa, dentro y fuera, en la planta baja y en el segundo piso, estaremos disponibles para atender y no seremos ajenos a secretos o violaciones de la confianza, pudiendo enseñarle la verdad de una relación abierta donde ellos también pueden observar y mirar, descubrir e integrar actitudes y voces, relaciones y besos, algo muy reconfortante para crecer como ser humano y pudiendo contrastarlo con la mentira y la apariencia de la calle.

Las manos están representadas por el rol que desempeña en un hogar donde se le resalta lo bueno y los cambios, haciendo una apuesta por su integración voluntaria en los problemas y proyectos, fomentando su participación activa en las decisiones y soluciones que haya que tomar; ese liderazgo intra-familiar le alejará de esas falsas actitudes de liderazgo empeñado en satisfacer las necesidades del grupo a costa de olvidarse del bien común.

Las piernas de la relación padres-hijos está representada por la responsabilidad que hay que cultivar, pues así como las piernas nos permiten desplazarnos esa verdad que se genera desde el respeto responsable y el amor comprometido son elementos indispensables para desarrollarse a plenitud y poder estar seguros, como padres, de que luego lo implementará en su hogar para perpetuar esa parte de la herencia con la que le queremos legar en un futuro próximo y así sabremos que es responsable con sus tareas y con sus relaciones, en los momentos de reflexión y ante un planteamiento moral o ético.

El ombligo de esta relación, sin embargo, estará siempre en nosotros, pues nuestra disposición y preparación como padres puede servir para acordarse que por ahí nos alimentamos en el interior del vientre materno o que es un espacio que sólo alberga basura y pelusa de la camiseta. Hay que pretender crecer como padres, a la par que nuestros hijos, ya que nuestra presencia es ese ombligo que se rascará o siempre lo recordará, protruído o hundido, pero es parte de ese vínculo madre-hijo que le permitirá siempre volver a sus orígenes y mantener esa lucha por no olvidar y siempre buscar la entrega con quienes le procrearon.

Nuestra uretra y nuestro ano serán los momentos de diálogo, donde nos liberaremos de todos los desechos que nos están impidiendo digerir y respirar adecuadamente, a partir de preguntas y respuestas, un vínculo que hay que sembrar en la infancia para que luego ellos sean capaces de recoger, como fruto positivo de una experiencia sin igual.

Los pulmones de la relación son los momentos de relación social en donde pueda respirar libremente, porque también necesita libertad, pero sugiriéndoles que nos relaten lo acontecido para reconocer si hubo errores, opiniones o deslices que puedan, más adelante, comprometerles o herirles sin han llegado a vincularse afectivamente y desconocen las consecuencias, a corto, mediano y largo plazo.

Gracias a todos los que siguen leyendo y opinando, me siento privilegiado con vuestra lectura y reflexión.

Dr. Juan Aranda Gámiz.

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